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El primer diario de Anne Frank. © Anne Frank Fonds, Basel

El Diario

Durante la Segunda Guerra Mundial, la judeoalemana familia Frank debe esconderse de los nacionalsocialistas en Ámsterdam junto con otras cuatro personas judías. Anne Frank, de tan solo trece años, comienza a confiarle a su diario sus sentimientos y pensamientos. También describe su vida cotidiana en la clandestinidad y el asfixiante miedo a ser descubierta. La última entrada del diario está fechada el 1 de agosto de 1944; tres días más tarde, el escondite es descubierto y siete meses después Anne muere en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Tras la guerra, el padre de Anne recupera los distintos diarios de su hija y en 1947 publica sus primeros extractos. Hasta la fecha, la versión completa del Diario de Anne Frank –conocida en castellano como Ana Frank– se ha publicado en más de setenta idiomas. También existen numerosas adaptaciones. La versión mundialmente autorizada, publicada en 1991, reúne todas las partes del diario original.

«Hace mucho que sabes que mi mayor deseo es llegar a ser periodista y más tarde una escritora famosa. Habrá que ver si algún día podré llevar a cabo este delirio (?!) de grandeza, pero temas hasta ahora no me faltan. De todos modos, cuando acabe la guerra quisiera publicar un libro titulado La casa de atrás; aún está por ver si resulta, pero mi diario podrá servir de base».

Diario, 11 de mayo de 1944

Un regalo de cumpleaños


El 12 de junio de 1942, Anne Frank cumple trece años. Está muy entusiasmada y pasadas las siete de la mañana se le permite ingresar en la sala de estar donde aguardan los regalos. El que más le gusta es un álbum de tapa dura a cuadros rojos y blancos que ella misma había podido elegir unos días antes. Se convertirá en su diario. Escribe su primera entrada el mismo día:

«Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido hacer con nadie, y espero que seas para mí un gran apoyo».

En las primeras entradas, Anne describe a sus compañeras y compañeros de clase, y cuenta cosas sobre su familia y su vida cotidiana en Merwedeplein, Ámsterdam. Pronto comienza a redactar sus entradas como cartas dirigidas a amigas imaginarias. La más importante se llama Kitty.

«Al parecer no me falta nada, salvo la amiga del alma. Con las chicas que conozco lo único que puedo hacer es divertirme y pasarlo bien. Nunca hablamos de otras cosas que no sean las cotidianas, nunca llegamos a hablar de cosas íntimas. Y ahí está justamente el quid de la cuestión. Tal vez la falta de confidencialidad sea culpa mía, el asunto es que las cosas son como son y lamentablemente no se pueden cambiar. De ahí este diario. 
Para realzar todavía más en mi fantasía la idea de la amiga tan anhelada, no quisiera apuntar en este diario los hechos sin más, como hace todo el mundo, sino que haré que el propio diario sea esa amiga, y esa amiga se llamará Kitty».

Diario, 20 de junio de 1942 

Esconderse


Anne es una chica judía alemana. Junto con sus padres, emigra de Fráncfort del Meno a Ámsterdam a principios de 1934 para escapar de la represión y persecución nazi. Tras la ocupación de los Países Bajos por las fuerzas armadas alemanas en mayo de 1940, también en Ámsterdam la situación se vuelve cada vez más limitante y amenazante para los judíos.

A principios del verano europeo de 1942, comienzan en los Países Bajos las deportaciones sistemáticas de judíos. Margot Frank, la hermana de Anne, es una de las primeras en recibir la citación para «trabajar en Alemania» el 5 de julio de 1942. La citación es obligatoria e implica ser separada de la familia y deportada a un campo de concentración. Otto y Edith Frank son conscientes del significado de la citación y actúan de inmediato: al día siguiente, la familia Frank se instala en un escondite en la parte trasera del edificio de la empresa de Otto Frank.

Esto marca el comienzo de la vida en clandestinidad para ocho personas: Anne y su familia, los tres miembros de la familia Van Pels y el dentista Fritz Pfeffer. Durante más de dos años, viven escondidos en la casa trasera de la empresa, con la ayuda de colaboradores de confianza de Otto Frank. Los ocupantes del escondite son traicionados, y el 4 de agosto de 1944 son detenidos por el Oberscharführer de las SS Karl Silberbauer y miembros neerlandeses del Servicio de Seguridad nazi. 

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Auguste y Hermann van Pels en la boda de Miep y Jan Gies, Ámsterdam, 1941.

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Peter van Pels, Ámsterdam, 1942.

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Fritz Pfeffer hacia 1937.

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Doble página del diario, 28 de septiembre de 1942. © Anne Frank Fonds, Basel

Cuando el 5 de julio de 1942 la familia Frank se dispone a esconderse, el diario es una de las primeras cosas que Anne empaca:

«Margot y yo empezamos a guardar lo indispensable en una cartera del colegio. Lo primero que guardé fue este cuaderno de tapas duras, luego unas plumas, pañuelos, libros del colegio, un peine, cartas viejas…».  Diario, 8 de julio de 1942


Anne escribe en su diario durante el tiempo que permanece en el escondite, documentando todo lo que sucede, ya sea bueno o malo.
 

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Doble página del diario, 18 de octubre de 1942. © Anne Frank Fonds, Basel

La vida cotidiana en el escondite


En el escondite, el diario se vuelve para Anne su único espacio personal. En él describe su vida cotidiana con las otras siete personas escondidas. La morada oculta está sobre el almacén de Opekta, una empresa de gelificantes para mermeladas que su padre Otto había establecido en Ámsterdam. Salvo los fines de semana, los días se estructuran estrictamente según el horario de trabajo de los empleados del almacén, que nada saben del escondite secreto y no deben oír a sus ocupantes. En consecuencia, los ocho habitantes de la casa de atrás tienen que ser muy silenciosos.


Otto Frank anima a sus hijas y también a Peter van Pels a estudiar para que cuando termine la guerra no tengan que repetir el curso escolar. Regularmente, los ayudantes les facilitan libros que sacan en préstamo de la biblioteca y diversos cursos a distancia.
 

Los cinco ayudantes –Miep Gies, Bep Voskuijl, Johannes Kleiman, Victor Kugler y Jan Gies– se ocupan de todas las necesidades vitales de los ocho habitantes de la casa de atrás. Sin la capacidad de organización y cuidado de esas personas, sería imposible la vida en clandestinidad durante más de dos años. Todos los días les traen alimentos adquiridos en el mercado negro y material de lectura, y les cuentan sobre el mundo exterior. 

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Otto Frank con sus empleadas y empleados, quienes más tarde lo ayudarían a esconderse. De izquierda a derecha: Miep Gies, Johannes Kleimann, Otto Frank, Victor Kugler y Bep Voskuijl. En la foto falta Jan Gies. Ámsterdam, 1935. © Anne Frank Fonds, Basel

«Jamás les hemos oído hacer alusión a la molestia que seguramente les ocasionamos. Ninguno de ellos se ha quejado jamás de la carga que representamos. Todos suben diariamente a visitarnos y hablan de negocios y política con los hombres; de comida y

de los pesares de la guerra con las mujeres, y de libros y periódicos con los niños. En lo posible ponen buena cara, nos traen flores y regalos en los días de fiesta o cuando celebramos algún cumpleaños, y están
siempre a nuestra disposición. Esto es algo que nunca debemos olvidar: mientras otros muestran su heroísmo en la guerra o frente a los alemanes, nuestros protectores lo hacen con su buen ánimo y el cariño que nos demuestran».

Diario, 28 de enero de 1944


Anne describe con gran detalle su vida, atravesada por el miedo a ser descubierta, pero también por las discusiones y desacuerdos que inevitablemente surgen en condiciones de un confinamiento tan estrecho.

Juventud robada


Perseguida y escondida, Anne no puede pasar sus días como cualquier otra joven, con espacios para sí misma y amigas y amigos libremente elegidos. Anne vive con el temor constante a ser descubierta, aterrorizada durante los bombardeos y tiroteos, y en permanente contacto con las otras siete personas escondidas.

«Ya te he escrito en otras oportunidades sobre lo mucho que todos aquí dependemos de los estados de ánimo, y creo que este mal está aumentando mucho últimamente, sobre todo en mí. Aquello de Himmelhoch jauchzend, zu Tode betrübt* ciertamente es aplicable en mi caso. En la más alta euforia me encuentro cuando pienso en lo bien que estamos aquí, comparado con

la suerte que corren otros chicos judíos, y la más profunda aflicción me viene, por ejemplo, cuando ha venido de visita la señora Kleiman y nos ha hablado del club de hockey de Jopie, de sus paseos en piragua, de sus representaciones teatrales y los tés con sus amigas. 
No creo que la envidie a Jopie, pero lo que sí me da es un ansia enorme de poder salir a divertirme como una loca y reírme hasta que me duela la tripa. Sobre todo ahora, en invierno, con las fiestas de Navidad y Año Nuevo, estamos aquí encerrados como parias, aunque ya sé que en realidad no debo escribir estas palabras, porque parecería que soy una desagradecida, pero no puedo guardármelo todo, y prefiero citar mis palabras del principio: El papel es paciente. (...) 
Créeme, cuando llevas un año y medio encerrada, hay días en que ya no puedes más. Entonces ya no cuentan la justicia ni la ingratitud; los sentimientos no se dejan ahuyentar. Montar en bicicleta, bailar, silbar, mirar el mundo, sentirme joven, saber que soy libre, eso es lo que anhelo, y sin embargo no puedo dejar que se me note, porque imagínate que todos empezáramos a lamentarnos o pusiéramos caras largas... ¿Adónde iríamos a parar?».
* Cita de Goethe. En alemán: «De la más alta euforia a la más profunda aflicción».

Diario, 24 de diciembre de 1943

En su diario Anne registra su lucha diaria por su independencia y por encontrar su propia identidad. Describe los conflictos con su madre e idealiza a su padre, reflexiona sobre los otros adultos –los cuestiona y cuestiona sus valores–, y reflexiona también sobre sí misma, a veces de manera implacable. Además, escribe abiertamente sobre los cambios en su cuerpo y su despertar sexual.
 

A pesar de las desavenencias cotidianas y la angustia constante, una y otra vez Anne logra plasmar en sus escritos su mirada optimista de la vida y vislumbrar perspectivas de futuro colmadas de esperanza.
 

En la primavera de 1944, Anne y Peter van Pels, dos años mayor que ella, comienzan a enamorarse. Sus anotaciones permiten percibir el amor floreciente, además del profundo anhelo de ambos jóvenes de estar enamorados.

«¿Existe en el mundo algo más hermoso que estar sentada delante de una ventana abierta en los brazos de un chico al que quieres, mirando la naturaleza, oyendo a los pájaros cantar y sintiendo cómo el sol te acaricia las mejillas? ¡Me hace sentir tan tranquila y segura con su brazo rodeándome, y saber que está cerca y sin embargo callar! No puede ser nada malo, porque esa tranquilidad me hace bien».

Diario, 19 de abril de 1944

El deseo de ser escritora


El 29 de marzo de 1944, Anne escucha en la radio un discurso de Gerrit Bolkestein, ministro de Educación, Arte y Ciencia del gobierno neerlandés exiliado en Londres. Para que se conozca la opresión de los neerlandeses durante la ocupación alemana, el ministro planea recopilar y publicar testimonios personales, como cartas y diarios. Invita a las neerlandesas y neerlandeses a reunir dichos testimonios y, finalizada la guerra, entregarlos al gobierno neerlandés.
 

A Anne, que ya quería ser periodista o escritora, la idea le gusta. Comienza a revisar y reescribir su diario para una posterior publicación. Anne planea escribir una novela titulada Het Achterhuis (La casa de atrás). Para preservar el anonimato de quienes conviven con ella, les inventa seudónimos: la familia van Pels se convierte en la familia van Daan, y al dentista Fritz Pfeffer, con el que choca continuamente, lo llama Albert Dussel. Cambia su propio apellido por el de Robin o Aulis, pero este no se utiliza en las versiones publicadas del diario.


Un álbum, dos cuadernos escolares y unas 300 hojas sueltas


La última entrada de Anne está fechada el 1 de agosto de 1944. El 4 de agosto, las ocho personas del escondite son detenidas y llevadas al campo de tránsito de Westerbork para luego ser deportadas a Auschwitz.
 

Tras la redada de la Gestapo, Miep Gies encuentra los escritos de Anne esparcidos en el suelo del escondite. Los recoge y los guarda en un cajón, con la esperanza de algún día devolvérselos a Anne.
 

El diario con la tapa a cuadros rojos y blancos se ha vuelto muy conocido. Es el primer cuaderno que recibe en junio de 1942 y en el que escribe hasta diciembre de 1943, cuando llena la última página. Después, Anne continúa con su diario en al menos dos cuadernos escolares.

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Anne Frank, Ámsterdam, 1940. © Anne Frank Fonds, Basel

Anne hace la revisión de su diario en hojas sueltas, de las que se conservan más de 300. En el momento de su detención, en agosto de 1944, Anne había llegado con su edición hasta marzo de 1944.
 

Es muy probable que se haya perdido un cuaderno con entradas del diario que van desde diciembre de 1942 hasta diciembre de 1943, pero los textos reescritos del periodo en cuestión han sobrevivido.
 

También se conserva un cuaderno de tapa dura en el que anotaba historias y acontecimientos vividos en la casa de atrás. En un delgado cuaderno contable copiaba además frases y pasajes particularmente impresionantes o bellos de los libros que leía.